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Foto: Arthur Weidmann

Hay habitaciones de hotel y luego hay suites que cambian sus estándares para siempre. El Ritz París no simplemente ofrece alojamiento; Proporciona un estado de ánimo, un recuerdo y un mito. Sus suites no solo impresionan; ellos seducen. Esta no es pequeña hazaña en una ciudad densa de belleza.

Camine por las grandes puertas giratorias, y el tiempo parece doblarse. Pasas flores recién cortadas, cortinas de terciopelo y el fantasma de Ernest Hemingway. Ya no estás en un hotel, estás en París, ya que quiere ser recordado. Y la suite en París que te espera es más que un lugar para dormir. Es una historia que puedes vivir adentro.

Pero, ¿cómo sigue el ritz cuando tantos otros persiguen? Parte de esto es discreción. Estas suites no piden ser fotografiadas, aunque muchas lo son. No son ruidosos porque no tienen que serlo. Cada uno contiene capas de detalles: muebles refinados, arte antiguo y camas que parecen acunar a los sueños.

Habitaciones que recuerdan

Estas suites tienen una quietud particular: una reverencia silenciosa que contiene historias. Uno se imagina a Chanel, Hemingway y Proust, todos ex invitados, presionando las palmas hacia el mismo vaso, mirando a París zumba debajo. El pasado no es una sombra aquí. Lo encontrarás en los detalles: espejos de marco de hoja dorada, baños de mármol con suficiente brillo para doblar como vestuarios y luz en todas partes: pálido, halagador, sin oterico por el tiempo.

Pero no es solo la suite física. Es el ritual: su nombre se habla suavemente en el check-in, sus preferencias recordadas sin ser escrita y su habitación iluminada suavemente antes de llegar. La experiencia es ingeniosa y casi invisible. Comienza a comprender por qué la regalía aún regresa y por qué las caras más cautelas de la moda encuentran consuelo aquí durante la semana de alta costura.

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Confianza en cada detalle

Lo que el Ritz acerta es la confianza. No persigue las tendencias, grita sobre el bienestar o el pivote hacia el minimalismo. Conoce su poder, y esta confianza se traduce, de alguna manera, a aquellos que se quedan. Hay un equilibrio que viene con estar en un espacio que trata la belleza como una línea de base. Las mañanas comienzan lentamente. El desayuno llega en platos de plata. El tiempo se dobla.

Lujo como una forma de vida

En un mundo obsesionado con la innovación, el Ritz nos recuerda el refinamiento, que el lujo no es solo la novedad, es la continuidad, la memoria y la facilidad. Y mientras que otros hoteles persiguen el «experimental», el Ritz es el contenido de lo que siempre ha sido: una clase magistral en elegancia.

Al final, permanecer en una suite en París como esta no se trata de presumir. Se trata de estar en un lugar que coincida con la versión de ti que sueña un poco más grande. Eso camina un poco más lento. Quizás ese es el nuevo estándar de oro: un hotel donde puedes verte a ti mismo, no en el espejo, sino en el espacio que te rodea.

Esa es la promesa del ritz. La promesa se mantiene de noche tras noche.

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